miércoles, septiembre 01, 2010

Solo Palabras en un lugar sagrado


Esta vez, los relatos de los sucesos los dejare para otros que puedan contarlos de buena manera y con matices que dibujen de forma alegre lo que quizás a veces no es tan simple de decir, esta vez solo me limitare en la reflexion, esa que te hace decir: "que hago aqui"

Cuantas veces te has preguntado por que lo haces, por que nuevamente vuelves a estar de pie en la tierra inclinada apostando los esfuerzos en encontrar algo, siendo ese algo quizás lo que nunca se ha encontrado ni se encontrará. Que hay de esa búsqueda, que de esos momentos que te hacen ver como el tipo que busca algo en la soledad, en el misterio de la montaña, en el silencio rotundo de los pasos inmobiles que te despojan de la prepotencia para volverte humilde, sereno, calmo, callado meditabundo y hasta muchas veces triste, pero no esa tristeza de perdida sino de encuentro, aquella que te invita a seguir en los caminos despojados de prejuicios, pero llenos de misterios.

Me he llegado a conocer mejor haciendo esto, he llegado a reconocer a algunos de los tan distintos caminadores: los hay competitivos, como aquellos que nadie puede ir delante de ellos, como aquel que hasta olvida la ruta por estar mas preocupado solo de la cumbre; los hay de aquellos que no les importa la cumbre sino el trayecto y como paso tranquilo pueden pasar dias recorriendo los intricados senderos, a estos siempre los acompaña el silencio, quizás por que así lo quieren. Podría seguir enumerando algunos caminadores, pero pienso que no es la idea, que el trasfondo va por el lado de intentar comprender un poco lo que hacemos.

Quizás y lo mas probable es que la repuesta a ello no es una, sino miles, como tantos caminadores los hay. Podemos buscar la mística del ser, lo espiritual de hacerlo, pero caeremos en lo vanal tratando de encasillar.

Quizas esta fijacion hacia lo vertical es la que nos tienta tanto como el fuego a mirarlo, quizas a sabiendas que es solo un murmullo del viento lo que nos insta a movernos o esa fragilidad que se muestra en el bombeo del corazon que a cada paso marca como tambor el ritmo del paso y se impregna en tu cabeza. Quizas somos unos perfectos porfiados y nuevamente nos aferramos al esfuerzo como baston de apoyo y nuestra embestidura es la arrogancia, sin comprender que este acto humilde solo busca una razón y que solo tu la sabes.

A veces pregonamos en el ocaso la grandeza de la belleza, cuestionando todo lo mundano, como aquel despojo de hombre citadino que deambula casi muerto entre las calles, que se mueve en lo seguro y sabe donde y como tiene que estar. Este hombre mundano que llevamos dentro,aquel que se sienta en su computador a escribir los resumenes de sus vidas en fotos para demostrar que es otro, que aun tiene algo que mostrar, pero que debe mostrarlo para sentirse valorado.

Que fue de aquel niño que sin maquinaciones se iba en franco destierro al campo, al mar, al cerro. Y sin miedos alzaba sus brazos al viento y abrazando lo inimaginable se transformaba en la sensacion del momento, sin razón alguna y sin cuestionamiento.

Cuan simple puede ser este destierro, cuan simple y lleno de secretos. Como si no lo supiéramos siempre han estado ahi aquellas voces de aliento y susurros de seres pasados y misterios que nos claman en la serranía a volver como un niño y resplandecer los campos, cerros y mares.
Un poco de cuestionamiento en las alturas de un lugar sagrado Inca.
Quebrada Seca
Valle de Elqui

Victor H. Huerta

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